MARCELINO PEREZ FERNANDEZ
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UPSA
UNIVERSIDAD PRIVADA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA BOLIVIA
"PENSADORES CRUCEÑOS" PRIMERA EDICION EDITORIAL QUINTO CENTENARIO Oficina Central Ingavi 599 Talleres Santos Dumont 1600 Telf. 34-4967
DISEÑO DE TAPA Y ARTES INTERIORES Jose Luis Duránboger Mendoza SIGNUM OFICINA GRAFICA
DERECHOS RESERVADOS. DEL, A UTOR eri 81 9b 30
Lo grave es la falta de una Filosofía latinoamericana. Se requiere que los latinoamericanos tomemos conciencia de nosotros mismos, generemos una Filosofía propia y no resulte que nos independizamos de España para depender de otros imperios, sean estos los independientes del norte o los soviéticps.
Germán Arciniegas (1900) Toda dignidad consiste en el pensamiento. . - Trabajemos, pues, en pensar bien: ese es el principio dela Pascal (1623-1662) Pensamientos, Í, 246
Nihil tam aborde dicit potest ques non dicatur ab aligus philosophorum.
Cic., Divin. I1, 58 El desarrollo actual corre el riesgo de ir deslizando a la mayor parte de los hombres hacia la *
imposibilidad de pensar.
G. Maire
ES UNA PUBLICACION DE LA UNIVERSIDAD PRIVADA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA - BOLIVIA 1992 DERECHOS RESERVADOS
PRESENTACION
Santa Cruz a pesar de la fama que a través de sus escritos le imprimieron generalizadamente algunos viajeros europeos que transitaron por ella desde el siglo pasado, entre ellos D'Orbigny, Nordenskioeld y Hertzog, como tierra de “cultura tropical” y habitado por gente de buena vida, desprendida, alegre y despreocupada porel futuro debido a la abundancia de sus recursos naturales, fue cuna de pensadores y naturalistas singulares que se destacaron, por un lado, por su espíritu especulativo sobre el sentido de las cosas del mundo y de la vida, y por otro lado, por su carácter de observadores acuciosos de los secretos de la naturaleza, formando a veces una especie de filósofos-naturalistas.
Como resultado de esas circunstancias extraordinarias se han encontrado en esta región representantes del pensamiento filosófico de las más diversas corrientes, que han proyectado sus ideas desde la cátedra, la magistratura y la política como instrumentos de transformación de la vida nacional.
Marcelino Pérez Fernández, Licenciado en Filosofía por la Universidad Lateranense de Roma (Italia) y catedrático de Filosofía y Sociología Jurídica de la Universidad “Gabriel René Moreno” y de Procesos Socio-Políticos Contemporáneos de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (UPSA), surge en estos últimos años como investigador inteligente del pensamiento filosófico regional, estudiando a sus autores especulativos, y el influjo histórico del medio en la creación de sus concepciones de mundo.
El Profesor Pérez Fernández, después de ofrecernos sus primeros ensayos biográficos sobre Mamerto Oyola (1988) y Manfredo Kempff M. (1990), nos presenta ahora esta importante e interesante contribución intitulada “PENSADORES CRUCEÑOS”, ilustrándonos esta vez con dos a.
pensamientos: José María Bozo y Manuel Ignacio Salvatierra.
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El primero extravagante e informal, rompiendo con los esquemas pre- establecidos y con las normas convencionales de la sociedad. El segundo, en cambio, formalista y serio, legalista, respetuoso de los principios normativos de la sociedad, cumplidor de la normas convencionales y considerado como uno de los grandes civilistas de su época y poseedor de grandes cualidades morales.
Estos comportamientos los comprendemos esencialmente cuando penetramos en el sistema lógico de compresión referencial del mundo de valores de cada uno de ellos. Los dos nacieron durante el tiempo de la colonia. A ambos les tocó vivir sensiblemente épocas de cambios y de transiciones violentas al período republicano manifestándose por la inestabilidad e inseguridad psicosocial por las revueltas de caudillos violentos, con cuestionamientos de los valores tradicionales y de la sustitución por otros, desorganizando las normas y la moral de la sociedad.
Estas condiciones fueron percibidas de diferentes maneras por ambos, que los sumieron a profundas reflexiones, obligándolos a pensar sobre la realidad nacional. La verdad es que de una forma u otra adoptaron actitudes distintas, como modos de responder a las circunstancias de un mundo de contradicciones, corrupción y servilismo.
Bozo fue, filósofo, magistrado, maestro y político, pero en todas estas sociedad y del comportamiento de los hombres de su época. Era un modo de poder convivir con aquello que no cuajaba en su espíritu, pero que a través de la ironía ridiculizaba todo aquello que en principio no aceptaba, excluyéndolo de su conciencia, para poder mantener su equilibrio de valores: detestaba las dobleces del hombre de ese entonces, condicionado por un medio limitado de aspiraciones, que no permitía la autenticidad y la honestidad de las personas consigo mismas, por la influencia de la politiquería corruptora de valores.
Estas condiciones llevaron a Bozo, como una reacción a estas situaciones, a preguntarse: ¿Donde está el hombre? buscándolo ante la multitud estupefacta, con un farol en plena luz del día, lo que le valió el mote de sus contemporáneos del “Diógenes boliviano”, reproduciendo la conducta del insigne cínico griego, protegido de Alejandro Magno. Encontró, empero, la tranquilidad de su espíritu,
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transcendiendo esas condiciones refugiándose en la naturaleza, en trabajos de investigación de la botánica y de la flora medicinal. Tal vez la más completa que se ha escrito hasta ahora, bajo el título “Materia Médica de Bolivia”, pero que ha quedado lamentablemente inédita.
Salvatierra, descendiente de alcurnia española como Bozo, recibió una educación privilegiada cristiana-católica, de una familia estable y equilibrada, que le prodigó principios hecho a esta tradición del buen hijo. Se graduó de abogado en Sucre, distinguiéndose como jurisconsulto, hacendista, estudioso y político, ocupando importantes puestos públicos.
Al contrario de Bozo, reaccionó ante la realidad boliviana de otro modo y manejó las funciones que desempeño de distinta manera. Introdujo el Krausismo en Bolivia y en la Universidad “San Francisco Xavier”, después de su retorno de España, como fuente de sus inspiraciones idealistas y de enorme influencia en la filosofía del derecho, que estuvo de moda especialmente en España, como una reacción ético-pedagógica a la concepción política de suépoca.
“Nauseado” porlas condiciones políticas enel país, ve enel Krausismo la fórmula de resolver estas situaciones de caos nacional. Encuentra en el sistema filosófico de Karl C. F. Krause un medio de aplicación práctica que posibilite el reordenamiento de la vida boliviana - Krausismo boliviano -. Desde estos principios el Dr. Salvatierra encontró en el derecho la posibilidad ordenativa de una sociedad para encauzar al ciudadano por el verdadero camino de responsabilidad hacia su pueblo y como un anhelo de cambio. Orientado desde un liberalismo constitucionalista, progresista y democrático, combatió a la anarquía reinante en el país.
Marcelino Pérez, en esta su obra, nos brinda el perfil señero de la personalidad de sus personajes y con profundo enfoque descriptivo y crítico toca estos aspectos del pensamiento de cada uno de ellos, utilizando un lenguaje accesible, claro, comprensible y agradable. Este estudio ubica a los dos destacados pensadores cruceños como reflejo del espíritu de su época y de su actitud frente al mundo, proyectando un cambio de transformación de la sociedad boliviana; uno destruyendo y el otro reordenando.
Es realmente meritorio el trabajo que esta realizando el profesor Pérez
Fernández al dedicar sus esfuerzos investigativos sobre un tema pocas veces
estudiado en nuestro medio y que le ha exigido mucha perseverancia para ir
reuniendo los datos mediante documentación y bibliografía y así lograr alcanzar felizmente su objetivo.
Marcelino Pérez Fernández penetra en el mundo de las ideas de estos dos singulares pensadores cruceños, faena nada fácil, por cuanto ubicarse en el contexto lógico del pensamiento de cada uno, es tomar en cuenta muchos factores que ligan a la existencia de cada uno para comprender esencialmente sus concepciones de mundo y sus valores.
DR. MARIO GABRIEL HOLLWEG
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PROLOGO
La Historia constituye para un pueblo, una ley de continuidad moral, como lo es también de continuidad biológica y política.
Este pensamiento nos ilustra sobre los personajes sobre los que se “ocupa este libro: los Pensadores Cruceños del pasado.
No faltará alguien a quien le parezca excesivo el título de pensadores, ya que no filósofos en el sentido estricto. Es cierto que ninguno de ellos elaboró un sistema filosófico propiamente dicho, es decir un conjunto de ideas o tesis, unidas entre sí y formando un todo lógico.
Pero no es menos cierto que tienen el mérito de haberse dedicado a la especulación, a la filosofía, al cultivo de la ciencia y a la búsqueda de la verdad.
En la Presentación que el Dr. Mario Gabriel Hollweg escribió para la presente edición se refiere ados de estos pensadores. Extravagante e impredecible el uno: José María Bozo (1781-1864), y señorial e ilustrado el otro: Manuel Ignacio Salvatierra (1806-1886).
Por nuestra parte completamos la obra con otros tres personajes. El polígrafo y jurisconsulto Manuel María Caballero (1819-1866), pensador huraño y con fama de filósofo positivista e incrédulo. Manuel Antonio Paniagua Rosado (1827-1903), eximio educador y expositor de las corrientes filosóficas de su época. Por último esbozamos también un perfil del humanista José Peredo Antelo (1871-1931), polemista, periodista y abogado.
Humberto Vázquez Machicado (1904-1957) en Cien años de vida
Cruceña (1990, 110), también coloca entre los filósofos a Nicomedes Antelo (1829-1883). Sugiere que hay largos párrafos de biografía escrita por René
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Moreno que lo indican como tal, dentro de lo relativo de nuestro medio.
Pensamos con José Abel Palacios (1883), que el genio de Antelo se expresa mejor en la reforma, la propaganda y la lucha por el progreso social de la humanidad.
De ellos, como de otros hombres ilustres de nuestro pasado, nada o muy poco conocen las nuevas generaciones, aunque nuestras calles y plazas se identifiquen con sus nombres. Lo que hicieron o escribieron nos es prácticamente desconocido.
“Los pueblos que no mantienen las tradiciones, no tienen conciencia de su destino”, escribió Nicolás de Avellaneda (1836-1885). Un pueblo que deja su historia de lado, corta sus raíces. Se vuelve infecundo. La herencia cultural del pasado señala nuevos rumbos, nuevos anhelos. Los grandes representantes de la cultura, son los puentes entre las generaciones en marcha hacia el futuro.
Entre esos puentes, entre los hitos culturales del terruño, debemos colocar a los cultores de la filosofía entre nosotros. Ellos se ocuparon del progreso de la ciencia y del espíritu humano y aunque algunos lo hicieron en otros confines de la Patria, Santa Cruz siempre estuvo presente en sus pensamientos y afanes.
Ahora más que nunca buscan nuestros hijos paradigmas que se levanten ante ellos en el accidentado camino hacia el porvenir. Los actuales héroes de la pantalla, no pueden ser, en muchos casos, presentados como ejemplares. La apología del bien no atrae a los espectadores, ni excita la imaginación.
La industria de la comunicación a dejado de lado a los personajes de altos ideales, a los héroes tradicionales del ayer, para reemplazarlos por policías atractivos, pero corruptos, por justicieros violentos y despiadados, por tipos ambiciosos que no reparan en medios para conseguir fines.
Los héroes y las heroínas de hoy son los personajes de las telenovelas, del espectáculo y del deporte, algunos de ellos de dudosa reputación.
Los prohombres del pasado, los que pusieron los cimientos de nuestra
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cultura, permanecen olvidados. Brindemos a nuestra juventud modelos portadores de nuestros propios valores, en un mundo tan expuesto a la dura presión de un ambiente confuso y desorientador. Reverenciemos el pasado, no por ser pasado, sino por lo en que en él se encierra de porvenir. El pasado no es lo que pasa, sino aquello que sabemos conservar de lo que pasó.
El progreso no es enemigo de las cosas antiguas ya que, junto a la voz integradora de la tradición, se debe escuchar el llamado irresistible de la esperanza.
Marcelino Pérez Fernández Santa Cruz. -Octubre. -1991
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Si quieres ser dichoso, no suscites la envidia. El secreto del bien, es ocultar la vida.
JOSE MARIA BOZO (1781-1864)
-Mofarse de la filosofía es verdaderamente filosofar.
Pascal (1623-1662) Pensamientos, I, 24 :
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LOS CINICOS Y SU ESCUELA
Los cínicos atribuyeron a Antístenes (444-370) la fundación de su escuela, con el propósito de hacerlo aparecer como eslabón para legitimar su ascendencia socrática. Aunque como verdadero fundador del cinismo debe considerarse a su oyente Diógenes (413-324), natural de Sínope, en las costas del Mar Negro. Hijo de un falsificador de moneda. Huyó de su patria y se refugió en Atenas; por sus extravagancias, con las que dio a la filosofía un tono desgarrado y populachero, llevado hasta extremos tepulsivos, mereció el calificativo de can (perro). Despreció las cosas convencionales y artificiales
- Hacía gala de practicar una vida rigurosamente natural, imitando a los animales, contraponiendo la vida de éstos y la de los bárbaros a la de los griegos.
Andaba sucio y desgreñado, sin lavarse ni afeitarse. No usaba túnica, y por todo vestido llevaba un manto doble, un palo y un zurrón de mendigo, indumentaria que llegó a ser una especie de uniforme de los filósofos.
Comía carne cruda. Bebía en un pequeño cubilete, hasta que viendo a un niño beber en la palma de la mano arrojó su vaso como cosa innecesaria. Tenía un tonel por habitación. Despreciaba todo pudor y satisfacía sus necesidades en cualquier lugar.
De esta manera pretendía endurecer su cuerpo por medio de las privaciones y la fatiga, para lograr la libertad completa del espíritu con la
indiferencia hacia las cosas, en lo que ponía la virtud y la felicidad.
Para demostrar su desprecio hacia sus conciudadanos, salió en pleno día por las calles de Atenas con una linterna en la mano buscando un hombre.
Frecuentaba la compañía de malvados y prostitutas, diciendo que los
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nédicos están en compañía de los enfermos y no se contagian.
Se mofaba de las ciencias, de las artes, de la religión y de-todas las instituciones sociales. Sólo admitía la educación cívica que es para los jóvenes prudencia, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para los ricos ornato.
El cinismo no es un sistema filosófico, pues carece de contenido doctrinal positivo. Es más bien un movimiento esencialmente negativo, subversivo y demoledor, de oposición a todos los valores morales y culturales, a los refinamientos y complicaciones de la vida ciudadana, que trata de substituir por la pretendida sencillez de la vida natural.
Todo los hombres deben ser hermanos y no debe haber distinción de clases sociales, ni menos aún esclavos. El sabio no debe tener familia ni preocuparse del cuidado de la mujer y delos hijos, que deben ser comunes. El sabio no tiene más patria que el mundo. Diógenes se clasifica a sí mismo de cosmopolita.
Los cínicos, más que filósofos, fueron agitadores populares, que no combatían con argumentos racionales ni oponiendo su doctrina a otras escuelas, sino con las armas de la ironía, del ingenio mordaz, de la burla muchas veces soez. Unían su ostentosa austeridad de vida conforme ala naturaleza, conlaimprudencia más desvergonzada y con un descarado hedonismo. Combinaban su desprecio hacia el vulgo con un orgulloso sentimiento de la autarquía del sabio. Pero el cinismo no tuvo tampoco el carácter de revolución social proletaria. Sus representantes fueron considerados más bien como tipos pintorescos, cuyas extravagancias y ridiculeces no fueron tomadas demasiado en serio. (G. Fraile. Historia de la Filosofía. Tomo I, 269-274).
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DIOGENES EL CINICO BOLIVIANO
Sirva este preámbulo sobre la Filosofía de los cínicos y su mejor representante Diógenes de Sínope, para enmarcar la singular figura del llamado Diógenes el Cínico Boliviano, o mejor dicho cruceño. Nos referimos al Dr. José María Bozo.
“En la época en que le conocí frisaba en los setenta años, era severo su porte, su estatura elevada, llevaba invariablemente una capa de color indefinible, semiterciada, por encima de sus pliegues posaban juntas las dos manos, sosteniendo un grueso garrote que le servía de bastón. Usaba infaliblemente sombrero de fieltro, de copa bajo. Sus pantalones caídos, llenos de mugre, no muy enteros, notándose que la falta de un botón era a veces suplida con un pedazo de hilo o caito, que hacia nudo al natural en un ojal abierto ad libitum. Sus zapatos eran muchas veces desiguales y casi siempre con las orejas caídas, las medias guardaban armonía con el calzado.
La infalible posición que sus manos ocupaban, especialmente cuando estaba sentado, no llevaba bastón, dio lugar a un acertijo popular: ¿En qué se parece, preguntaba uno el doctor Diógenes a una resma de papel? y el otro respondía: en que está siempre mano sobre mano.
Su andar era acompasado y majestuoso; ese hombre inspiraba respeto hasta con sus andrajos. Sus extravagancias, sus poco aseo no hacían reír.
Su aposento constaba de dos piezas: un salón desmantelado con las paredes tapizadas de libros amontonados en burdos anaqueles, la otra era la alcoba. Allí había tal vez como una silueta o una mesa. En esta última estaban hacinados los objetos más extravagantes y contradictorios. La escupidera codeaba con el tintero y a vecesel dueño se equivocaba maliciosa o casualmente al sopar la pluma.
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Pero aún en la alcoba los libros hacían el primer papel.
Servían de catre y velador, de lavatorio y de asientos. Para estos diversos usos el procedimiento era muy sencillo: Arrimar tantos infolios en pergaminos, cuantos se requerían para reemplazar un mueble”. (8)
Desconocido por sus coterráneos, siendo flor de gentes; se lo llamaba Diógenes el Cínico Boliviano, por su austeridad y pobreza, pues creía, como el filósofo griego nacido en Sínope, que la sabiduría consiste en vivir conforme a la naturaleza, despreciando riquezas, honores y convenciones sociales.
Nació en Santa Cruz de la Sierra, antigua ciudad de San Lorenzo, a mediados de Noviembre de 1781 (3). En su tierra natal, es casiignorado. Provenía de una linajuda familia española instalada en el Oriente desde la conquista.
Sobre José María Bozo, Humberto Vásquez Machicado en sus obras completas (V, 528, 529, 530), escribe lo siguiente:
“Como quiera que se trata de un noble personaje, cuyo recuerdo aún perdura, creemos no ser del todo inútil anotar algunos datos para su biografía a base de documentos que nuestro malogrado hermano José Vázquez-Machicado hizo copiar en Sevilla. De la glosa de ellos se infiere:
El 27 de diciembre de 1780, contraían matrimonio in faciae ecclesiae, en Santa Cruz de la Sierra José Bozo, hijo legítimo de Roque Bozo y María Baca con Luisa Giles a su vez hija legítima de Manuel Giles y Juana Pedraza.
El matrimonio tuvo su primogénito el 19 de noviembre de 1781, al cual bautizaban el mismo día con el nombre de José Mariano. .
El 5 de junio de 1803, el Sargento Mayor José Joaquín del Rivero.
Alcalde Ordinario de Segundo Voto en Santa Cruz de la Sierra, certifica que José “María Bozo (sic. ), fue confirmado en la visita que realizó en 1795 el Obispo Dr. Alejandro José de Ochoa y Murillo, y que además el dicho señor “desde sus tiernos años, según la buena educación de su padre, se ha portado en su niñezen el tiempo “que en esta ciudad lo he conocido, con arreglo más ejemplar, como es notorio y
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allá lo habrán reconocido en esa Metrópoli. Ultimamente sus padres son nobles de ambas partes de la buenas descendencias, y bienhechores de esta República”.
El 20 de marzo de 1803 había obtenido una beca en el Seminario de Chuquisaca; el 10 de marzo de 1806, recibíase de abogado y el 10 de agosto de 1807 de doctor in utroque jure, siendo nombrado ese mismo año Relator del Tribunal Eclesiástico. Durante tres años fue familiar del Arzobispo Moxó, con el haber de diez pesos mensuales. Cuando se exhibió el retratos de Fernando VII en la plaza de Chuquisaca a fin de recolectar donativos, Moxó dio algunas onzas de Oro, puesto que era rico y percibía alrededor de 4.000 pesos mensuales. Bozo dice haberse acercado llorando al retrato y haber depositado una pequeña suma, mayor que su haber de un mes, ello tanto en nombre propio, como de sus padres y hermanos. El 29 de enero de 1810, fue designado secretario de Cámara del Obispado de Santa Cruz de la Sierra. El 8 de julio de 1810 era nombrado Promotor Fiscal del Cabildo Eclesiástico. Todo como clérigo de la primera tonsura.
A fines de 1814, Bozo resolvió ir en busca de la naturaleza, por huir de la revolución y así indica que dejó llorando a sus ancianos padres y se marchó a la misión de llobulo entre los Yuracarés del Chapare. Allí permaneció año y medio. - Durante este tiempo según la propia afirmación estudió botánica y se ocupó de curar a los misionarios, utilizando yerbas de los campos. El Superior de la Misión Fr. Francisco de la Cueva “hombre venerable sabio en las Escrituras”, certifica que Bozo en todo ese lapso “ha observado una vida irreprensible, ejemplar y utilísima a estas gentes. Jamás se le veía ocioso, sino o estudiando, o con el trabajo de sus manos y sudor de su rostro cultivando aquellas plantas útiles, que algún día pudieran contribuir a la subsistencia, comodidad y recursos en sus enfermedades de esta Nación, de sus conversores y de los que pudieran avecindarse
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por acá”. Agrega el P. La Cueva que Bozo dos veces viajó a Mojos para traer
ya plantas, ya conocimientos útiles, y cuanto pudiera proporcionar para el fomento de estas misiones. De muchas yerbas medicinales nos ha dejado noticias, etc.“
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Añade que incluso había reemplazado a los conversores en ausencias temporales, etc. Además en esos diez y ocho meses, plantó 1.500 árboles de Chocolate, en una charca, todo lo cual dejó en donación a las misiones en fecha 10 de julio de 1815.
En enero de 1816 lo encontramos en Cochabamba, recibiendo el 15, nombramiento de Secretario del Gobernador Eclesiástico del Obispado de Santa Cruz, por ese entonces a cargo del Canónigo Penitenciario Dr. José Joaquín de Velasco. Parece no le interesó el cargo o quien sabe que sucedió, pero es lo cierto que en febrero de 1816, se traslada a La Paz. Allí casóse con su paisana Juana de Dios Arteaga. El 15 de noviembre de ese año de 1816, y desde La Paz se dirige al Rey acompañando los papeles de los cuales se han tomado estas noticias y hace protestas de su fidelidad monárquica para solicitar se lo recomiende tanto a él como a sus cuñados curas, a las autoridades de América.
Hasta aquí los datos que se encuentran en los documentos copiados en Sevilla. “. (15)
Más que en Santa Cruz, de donde salió todavía joven, es en La Paz y en sus provincias donde se recuerda con mayor frecuencia al Dr. Bozo, que ha dejado nombre imperecedero (4).
José Rosendo Gutiérrez escribió una biografía sobre José María Bozo, publicada en el Almanaque para 1881, en La Paz. De esta biografía corta, festiva y de tono irónico, dice Valentín Abecia B. (1) que, como la de O”Connor D”Arlah sobre Melgarejo, entra en el terreno de la simple anécdota. Sin embargo, esta escrita con pulcritud y cuidado sentido estético.
A ella nos remitiremos con frecuencia. Relata las excentricidades, anécdotas y agudezas del inolvidable cruceño, sabio naturalista, con ribetes de político y parlamentario, singularmente satírico, mordaz, incrédulo y filósofo a su manera.
Sus contemporáneos llamaban a José María Bozo Diógenes, no
precisamente por su despego hacia los grandes, pues era sinuoso, sino más bien por su indolencia en el vestir y acaso por su espíritu mordaz y cáustico, afinado por la
na
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lectura de libros prohibidos.
Realizó estudios de Teología en la Universidad Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca y vistió hábitos talares. Su carácter indisciplinado, su tibieza para las prácticas religiosas y su adversión a la Jerarquía, lo llevaron a abandonar el camino emprendido.
Obtuvo la toga de abogado ante la Real Audiencia de los Charcas en 1806, (13) el mismo año que figura la inscripción de Pedro Domingo Murillo. (Luis Paz; La Universidad de San Francisco J. avier, Sucre 1914, 345)
Fue compañero y condiscípulo de los que formaron la generación que se educó en odio a la colonia e inició y llevó a cabo la emancipación americana.
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A partir de 1816 se avecinda en La Paz donde vivió cuarenta y ocho años de su larga vida. ¿Por qué causa? No lo sabemos. Quizás su espíritu aventurero lo llevo a huir de la almidonada sociedad de Charcas, de su servilismo, sus dobleces e intrigas y a buscar un pueblo de costumbres más independientes y rudas.
De acuerdo con las noticias que incluyen su diario, año 1828, ejerció activamente su profesión y también la docencia en el Cole gio Ayacucho de la Paz. Sus inclinaciones vocacionales tendían, empero más bien hacia la observación de la naturaleza y de los hombres.
Según una inscripción del Diario 1828 (f. 24 vta. ). Murió en La Paz el 23 de abril de 1864" (p. 162).
“Un día se casó. No tuvo mucho que andar para buscar novia, tropezó con ella en su paseo cotidiano en la Alameda, en el puente de San Juan de Dios y a una hora en que estaba casi solitario, la vió se la dirigió: De dónde eres ñata? - De Santa Cruz. Mi paisana! ¿Quieres que nos casemos? -Como no señor (entre verdad y duda) -Donde vives? -En. . . Dos días después habían contraído matrimonio in faciae eclesiae.
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¿Por qué escogió usted una tuerta para mujer?, le decían sus amigos. - Porque con el solo ojo que tiene no puede mirarme más que a mí; las que tienen dos ojos, miran con uno al marido y con el otro, que está ocioso, al. .. mundo entero.
Otras veces añadía. -El ojo de mi mujer es como el sol: brilla sin competencia; ironía contra la esposa.
Uno o dos años más tarde de casado, aún llevaba los raídos hábitos talares del ex-monigote. A los requerimientos de la autoridad eclesiástica, contestaba por medio del aguacil de coronas: Este fue el traje seglar de la edad media; no hay razón para no ponerlo de moda nuevamente. Volvían las intimaciones y añadía: Soy pobre no tengo más ropa, la Iglesia que es caritativa que me preste vestido” (8)
Pensamos que esto entra en el terreno de lo anecdótico. En todo caso este matrimonio, si lo hubo, debió durar poco, ya que posteriormente, en La Paz, vivía recorriendo los campos a pie, en compañía de su esposa Doña Benigna Loza, hermana del eminente hombres público José Manuel Loza.
Recogía hierbas y especies vegetales para estudiarlas. (4) La mordacidaz de Bozo no perdonaba ni a su propia familia.
“Tuvo varios hijos. Uno de ellos, rudo y tonto como él mismo, estudiaba matemáticas.
Durante el paseo que hacen los profesores en los claustros, antes de entrar a sus clases, el padre solía llamarlo a su lado. -Esteban, ya aprendiste la tabla de multiplicar?-Sí señor. -Dos por nueve? -treinta y dos. -Cinco por siete? -Diez y ocho. -Dos por dos ? -Setenta. -Hijo mío naciste para ministro de Hacienda. Aprende la tabla de pongocero y llevo lo que quiero y tienes tu propia fortuna hecha. .. . tome medio real para empanadas.
La educación que dió a sus hijas fue muy descuidada.
Notó que un joven, de buena familia, andaba a picos parados con una
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MÁRCÉLINO, PEREZ, FERNANDEZ «:: Pensadores" Cruceños *
de ellas y. .. quien sabe algo más.
Un día llamó al Tenorio y entabló con él este diálogo. Supongo amigo, que no tardará Ud. en casarse con. . . -En eso pienso señor, pero. . . -Avíseme amigo, cuando se determine a ello. Tengo diez talegas guardadas para el que sea esposo de mi hija; y como ya soy viejo, quisiera entregarlas a Ud. en mano propio el día de la boda. -La apresuraré señor.
Un mes más tarde estaba hecho el enlace. Al día siguiente el nuevo yerno reclamaba el cumplimiento de su promesa al generoso suegro.
Este llamo a su hija, hizo que abriera una gran arca de la que saco efectivamente diez talegas. .. vacías! y entregándoselas con mucha ceremonia al yerno consternado añadía: -Aquílas tiene Ud. nuevecitas, en cada una cabe dos mil pesos; confío en que las llenará Ud. en breve con su trabajo y honradez. ....
Otro de sus hijos había sido enrolado de soldado raso, mediante esta extraña recomendación, que el padre hizo de él, ante el presidente de la República, General Belzu.
Señor, tengo un hijo que me ha salido malo, malísimo, perverso, es enamorado como Tenorio, jugador como el de los treinta años, bebedor como el amo de Esopo, amigo de lo ajeno como Dimas, perdulario, ignorante, pendenciero, rebelde, irrespetuoso para conmigo, pesadilla de mi casa y terror de sus hermanas.
No he podido conseguir que estudie paraque sea sacerdote o abogado.
No he logrado que sea sastre, carpintero o albañil. Es un vago, un perdido, que se lo recomiendo, se lo entrego, para que labre Ud. su fortuna.
Y qué quiere que haga con él? Hágalo soldado, señor, es a propósito para eso. . de seguro que hará carrera. .. llegará a figurar. ..
Era el 18 de agosto de 1825 cuando hizo el Libertador Bolívar su solemne y triunfal entrada a La Paz. En ella en todos los pueblos del Alto Perú y Bajo Perú se le tributaron honores casi divinos.
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Hubo tal lujo de adulaciones que Bolívar se convencía de que estos pueblos estaban muy distantes de comprender y defender el sistema republicano.
- La parte esencial de los homenajes la formaron las tradicionales arengas.
Cada corporación, cada ente social, capaz de abrir los labios y de guturar, le enderezó la respectiva loa.
Para hablar ante Bolívar se nécesitaba título o pretexto. Diógenes no tenía título quería hablar a su modo.
Quiso burlarse de las arengas y del arengado. Censurar la adulación, exagerándola. Caracterizar el despotismo y el papel del Libertador, caracterizando él mismo al pueblo que le rendía adoración.
Buscó el pretexto. Se vistió ridículamente de muchos colores y a la Luis XVI. Encaróse a Bolívar y no contento con hacerle la venia más humilde y profunda, se postró de rodillas ante él.
Besó el cojín de terciopelo grana que estaba a sus pies. Ante todas las cosas dijo: bendito y alabado. . . y luego felicitó al héroe del Nuevo Mundo, a nombre de los salvajes Yuracarés.
Bolívar tomó a lo serio al diputado de las tribus bárbaras o columbró con su profunda perspicacia lo agudo de la sátira. Lo cierto fue que su respuesta fue una epístola de Juvenal”. (8)
Complementa Humberto Vázquez Machicado lo anterior cuando añade que: “Cuenta asímismo la tradición que a él se debe el nombre de “Bolivia”, en lugar de “República Bolívar”, con que fue bautizada la nueva nación, ya que al saber el dicho nombre había exclamado Bozo: “De Rómulo, Roma, de Bolívar, Bolivia”.
Es bastante dudosa esta tradición, ya que el nombre de República
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Bolívar fue dado el 8 de agosto de 1825 por la Asamblea reunida en Chuquisaca y sólo duró algo así como dos meses ya que, según la colección oficial desde el 3 de octubre dejó de usarse para ser reemplazado por “República Bolivia”, o bien” República Boliviana”. En esa época, no consta que Bozo haya estado en Chuquisaca, y más bien aparece en La Paz, tal cual se ha dejado referido.
Según la frase copiada de José Rosendo Gutiérrez, Bozo, después de nacer en Santa Cruz de la Sierra “no supo más de su tierra natal”. Esto no es cierto, pues ya hemos visto que volvió allí en 1810 y permaneció cuatro años. Algo más; en 1826 le cupo ser diputado de Santa Cruz al congreso constituyente de 1826. Tuvo una actuación curiosa, pues cuando se discutía un proyecto que relegaba las chicherías a más de cuatro cuadras del centro de las- poblaciones, Bozo las defendió, diciendo que a más de cuatro cuadras ya no existía población y que se trataba de relegar dichos establecimiento al campo. “Concluyó haciendo la apología de la chicha, que era, decía, el néctar de los dioses y de la bebida de nuestros antepasados”, dice textualmente el Redactor.
Gutiérrez dice de Bozo que “en sus adentros odiaba todo lo que es dominación, superioridad. Era esencialmente igualitario. No pudiendo combatir de frente a las potestades y a los potentados, hizo de su vida, de sus acciones, de sus palabras, una perpetua protesta. Cada concepto suyo era un epigrama contra lo que estaba más arriba. De ahí su popularidad. Era la encarnación en cuerpo y alma del espíritu de las multitudes. Los hombres superficiales lo creían tonto, necio o loco. Era un filósofo antiguo.
“Diógenes era radical por principios. Admiraba la dictadura del doctor Francia. Encontraba a Belzu incompleto. Soñaba para nuestra tierra con un cacique vestido de telas manufacturadas en el país, con su poncho, su mari y chuspa. Decía que el gobierno debía ser adecuado a la mayoría del pueblo. Que la inmensa mayoría la componen los indios. Y deducía que el gobernante debe tener los hábitos y costumbres de sus gobernados. Quería hasta que hable aimara, quichua y guaraní. Todo esto lo decía en broma. Pero se conocía que había dicho mucho de serio en sus zumbonas afirmaciones” (14) (HUM. V, 527)
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JOSE MARIA BOZO
EL CIENTIFICO
Guillermo Francovich (1901) en su obra La Filosofía en Bolivia, en nota al pie de página escribe:
“A principios del siglo pasado estuvo en el país el naturalista Tadeo Haencke. Vino a América con la expedición científica de don Alejandro Malaspina. Se estableció en Cochabamba, donde escribió mucho. Algunos de sus trabajos sobre botánica e hidrografía fueron publicados entre 1801 y 1802, en el Telégrafo de Buenos Aires. Su obra más considerable fue la introducción a la historia natural de Cochabamba en que describía la naturaleza de Cochabamba y de otras zonas de Bolivia. Debido a la revolución de la independencia Haencke no pudo regresar a Europa. Murió en Cochabamba en 1817. Un criado loenvenenó porequivocación.
En 1830 estuvo en Bolivia Alcides D'Orbigny, que entre 1826 y 1833 hizo la exploración de la América Meridional. D'Orbigny estudió la geografía, la geología y la etnografía de Bolivia. Era un brillante escritor. Sus libros El hombre americano y El viaje por la América Meridional son verdaderos monumentos de la ciencia natural francesa del siglo XIX.
Durante la primera mitad del siglo pasado, realizó también en La Paz una obra de investigación científica don José María Bozo, natural de Santa Cruz. Ingenioso y excéntrico, fue llamado el Diógenes boliviano. Existe una obra inédita suya titulada Materia médica en Bolivia. D'Orbigny, que lo conoció en 1830, dice a su respecto: “Para él, todas las ciencias naturales consistían en el empleo de las plantas y el descubrimiento de metales útiles, el resto no le parecía sino objeto de simple curiosidad”. (La Paz, Ed, Juventud, 1966, 187)
Vázquez Machicado afirma al respecto que:
“José María Bozo. Creo que no tuvo título académico, pero su obra
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aún inédita Materia Médica de Bolivia lo habilita para figurar como tal; he conocido los varios gruesos volúmenes infolio de ella en poder de su descendiente el Tcnl. Jorge Vargas Bozo. Hay referencias públicas acerca de este estudio. (José Rosendo Gutiérrez: Diógenes, La Paz, 1880, Imprenta de “La Tribuna”). Además existe una ley del 25 de enero de 1900 ordenando su publicación, (Anuario de 1900; 125). Se publicó un prospecto de su obra, bajo el título del Proyecto de la Materia Médica Boliviana.
Dice que ha fundamentado su obra, además de sus observaciones y estudios en los apuntes de Tadeo Haencke, quien le enseñó de viva voz; además de flora peruana, la española, el Diccionario de Agricultura de Rosier, edición francesa de 1793, la obra escrita por el Dr. Manuel Martín Del gar, “y que a suplicas de algunos señores curas él la dio manuscrita, el año 1724; la cual está sustancialmente refundida en la nuestra”. La materia médica escrita en inglés por el Dr. Pereyra e impresa el año 1840; la obra del Dr. Bodard, profesor de Botánica y miembro de muchas sociedades científicas francesas y extranjeras e impresas en 1810 y la de Geoffroy catedrático de materia médica en París, etc. (Gaceta del Gobierno, La Paz, 7 de mayo de 1844, No 88).” (14)
“Es del todo evidente que dejado de lado la ironía, la burla y la sátira que caracterizan al Diógenes boliviano, el espíritu de Bozo era en lo profundo de gran seriedad científica. A pesar de todo lo que decía y hacía, se estimaba en muy alto su mucho saber y de allí su profesorado de derecho, sus vocalías examinadoras y el ser miembro de varias comisiones codificadoras.
Por sobre todo, Bozo era un botánico apasionado. Posiblemente desde la infancia comenzó a interesarse por las plantas, pero, durante su estancia entre los yuracarés, fue cuando debió haber colmado sus anhelos de observación en una naturaleza tan exuberante como es la del Chapare; él mismo así lo confiesa y lo confirma el P. La.Cueva. Fruto de tales inquietudes fue la obra monumental ya citada: Materia médica de Bolivia, en varios tomos.
Algunos fragmentos fueron conocidos por publicaciones de prensa
que hizo Bozo, pero su totalidad está prácticamente inédita. La conserva su descendiente, el Coronel Jorge Vargas Bozo.
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No es posible opinar sobre su importancia, teniendo apenas unas muestras tan escasas, cuales son los pocos capítulos publicados. Con todo, puede suponerse con ellos, que hay cosas por demás interesantes en lo que aún se guarda. Sería de positiva contribución a la cultura nacional la publicación íntegra de tal obra, pues en todo caso revelaría el grado de ciencia a que habíase llegado en esa época, y múltiples novedades sobre plantas y árboles medicinales de nuestro país.
Y eso significaría el mejor homenaje que podría hacerse a la ilustre memoria del doctor José María Bozo, el Diógenes boliviano” (15) (HUM. V. 534)
El Dr. José María Bozo fue un eminente botánico.
Dícese que en sus mocedades, ese talento botánico lo impulsó a seguir los pasos del sabio naturalista bohemio Tadeo Haencke (1761-1817), que recorrió casi todo el territorio de la República en sus investigaciones botánicas. Como señala Francovich murió en Cochabamba en 1817. Hasta hoy perdura el apellido Haencke en esa ciudad.
El joven botánico acompañó y guió a Haencke por el territorio boliviano, parte del viaje de estudios del sabio naturalista alrededor del mundo. “Lo acompañó por las selvas de las montañas de Cochabamba, descubriendo un amplio horizonte al Norte, cubierto de nubecillas, alturas desde las cuales se ve caracolear los ríos que avanzan hacia el gigante Amazonas. Luego descendieron a la jungla, introduciéndose en las mansiones verdes de las selvas indómitas del Chapare, Chimoré y Yapacaní. Verdadera hazaña para un filósofo”. (2)
Sus andanzas y excursiones con Haencke apasionaron a Bozo por la botánica. Dejó varios volúmenes completos con la descripción de los vegetales catalogados por él.
Su obra más importante lleva por título: “Materia Médica de Bolivia”, para atender la farmacopea boliviana. En ella se encuentran recetas en base a substancias medicinales y el arte de preparar medicamentos.
Esta obra se halla en gruesos volúmenes. Está escrita con la proverbial pluma de ganso con la que hacían caracteres mayúsculos, y que no se tajaba sino
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una vez para reemplazar a la que había concluído su servicio. En ella popularizó muchas hierbas medicinales en boga, como remedios caseros.
“Pidió un día la protección oficial para hacer imprimir sus obras. Se le contestó ofreciéndole tomarle unos ejemplares, después de hecha la impresión.
Esta oferta y la petición componía el prólogo del libro primero.
Al pie añadió esta nota: La mujer para parir necesita de ayuda, después que ha parido no ha de menester de ella (textual)”. (8)
La obra está aún inédita, a pesar de que la Convención Nacional de 1881 votó la suma de cinco mil bolivianos para la publicación de las obras del Dr. Bozo, consideradas de muchas importancia para la ciencia.
José Manuel Aponte (1864-1919), escribe al respecto:
“Conocemos del doctor Bozo su monumental obra ya citada, en diez volúmenes, manuscritos forrados en pergamino. Están clasificadas las materias por orden alfabético y cada materia es un verdadero tratado magistral del asunto. Tardó muchos años, la mitad de su vida, en escribirla y corregirla incesantemente.
Recogía yerbas, guardaba maderas y lo estudiaba todo. Uno de su émulos dióle el nombre de “cruceño loco”, queriendo refutar una de sus aseveraciones en Historia Natural; pero el tiempo se encargó de probarle que Bozo tenía razón.
No hace muchos años que un turista italiano, titulándose sabio naturalista, pretendió adquirir la obra, ofreciéndo diez mil bolivianos por la propiedad intelectual y literaria, es decir, publicar la obra en Italia por su cuenta y ponerle su nombre, como si fuese el autor. La viuda de Bozo rechazó semejante oferta con noble altivez, pues no era que otro se llevase la gloria con el trabajo de su marido, logrado en largos años.
La verdad es que si el italiano hubiese adquirido la obra la habría
_ publicado y obtenido del gobierno de Bolivia premios, honores y recompensas. Y cuantas veces los nietos de aquél “cruceño loco” solicitaron del gobierno la
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publicación por cuenta del Estado de la monumental obra, los hombres de Estados se han encogido de hombros o a la más han prometido nombrar una comisión científica que la examine y preste informe. La obra duerme el sueño de la inedición en los anaqueles de la familia, en cariñosa reliquia de recuerdo” (4)
Famoso fue este italiano, que al parecer se llamaba Santiago, dechado de sinvergiienza y digno ejemplar de la picaresca napolitana.
“Para narrar entre el sinnúmero de anécdotas que hoy corren de boca en boca, una que caracteriza a todas, presentaremos ante don público a un nuevo tipo coetáneo de Diógenes.
Don Santiago había nacido a orillas del Adriático. Un poco más a levante habría sido pirata griego; montañés de la calabria, pudo ser bandido; pisando las calles de Nápoles, se exponía a ser lazzarone.
Pero el destino lo libró de los tres albures y lo trajo a América.
No se sabe cómo vino a La Paz. Traía en sus alforjas por todo equipaje una patente de ... médico, habida no se sabe en que universidad.
Mas al descender El Alto tuvo el sentido práctico bastante para hacerse el siguiente raciocinio:
Pero la configuración topográfica es endemoniada ..... pues hígome arquitecto.
Lo dijo, se anunció como tal, se lo creyeron y ... adelante. Don Santiago llegó a ser todo un personaje aparte.
Construyó una fortaleza en el Desaguadero, bajo el reinado de fernando VII y el camino a ... durante el gobierno de Ballivian.
Con cinismo que le era peculiar solía decir: Al rey mi señor le robé diez mil pesos por la obra del Desaguadero, y a la República le he robado ... tanto
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por tal otro